
Silencio. Cuarto de hospital. Limpio, blanco, verde pálido muy tenue hacia el piso y azul cascarón hacia las lámparas fluorescentes. Eso imaginé antes de abrir la puerta. Allí estaba ella, como siempre. Sólo que esta vez irreconocible. Las ligeras sábanas blancas parecían una mermelada de la cual salía su cabeza, más pálida no la recuerdo, casi amarilla. Por un momento dudé y tuve que ver el número exterior mientras cerraba la puerta con laxitud.
-Hola - fue todo lo que atiné a decir mientras me sentaba en la silla al lado izquierdo de su camastro.
-¿Por qué tuviste que hacerlo?- Me sorprendió, no pense que me escuchara. A pesar de tener los ojos abiertos y más bien porque miraba a la pared frontal con una mirada vaga. Pero entonces había vuelto la vista hacia mi. Tibia y ligera, como si estuviera sana. Y es que ...
-¿Cómo sabes que fui yo?
-¿Cómo supe que eres tu? - Corrigió.
-No importa- agregó como para finalizar.
-¿Qué te hice?-Pausa.-¿Estas celoso de alguien?
Me levanté huyendo de su cara y de espalda se me facilita la conversación, así que prefiero ver la actividad del estacionamiento porque esta vez he resuelto decirle que ocurre y mirando a sus ojos no podría mas que mentirle una vez más. De la misma forma que cuando murió su ex-novio.
-¿Siempre haz sido tu?
-Siempre haz sido tu- corrigió.
-Sí, siempre.
Una larga pausa de ochenta y un segundos, aunque sólo conté cincuenta y seis.
-Porque te haz portado mal.
Surgió una risa irónica de su congestionado pecho. Pude oír como alargaba una mano hacia mi. Quería desesperadamente que le mintiera, deseaba postergar, posponer, siempre para después pero yo había decidido no tomar más consideraciones y su inminente muerte fue la primera de mis acciones concretas para lograr que por fin nada estuviese entre nosotros.
-Tu no eres Dios para juzgarme.
-No - agregué - y sin embargo te juzgué y condené.
-¡Ah! Ya me condenaste.
Una sombra de ironía y furia hasta donde su debilidad y juventud podían permitirle.
-Y ya purgaste tu culpa.
-¿Quieres decir que no voy a morir?
-De ti depende.
Quedó pensando un minuto y luego esbozó.
-Siempre eres tan críptico.
Llené de aire mi caja torácica, lo expelí y sin voltear ni separar mis manos respondí.
-Siempre te ha gustado que sea críptico, sin importar si tiene significado o no. Gozas haciendo conjeturas sobre los silencios entre mis palabras, entre las ideas de mis pensamientos, entre las sonrisas de mis rostros.
-Eres un fanfarrón.
-Un fanfarrón que es el dueño de tu vida y alma mortal- tuve que reprimirme para limitar el tono de mi voz que estaba siendo de sobresalto.
-Mi alma es mía - reclamó.
-Tu alma inmortal es, cacofónicamente, tuya - respondí con aire abúlico.-
Mientras estés viva, eres mía y por eso nadie que resuelva tocarte tendrá la suerte para repetir..
-Él no me tocó, nunca lo permitiría, ni de él, ni de ti, ni de nadie.
-Lo sé.
-¿Entonces que quieres? - Gritó. -- ¡Voltea!
-Calma, sólo tienes que elegir.
-Entre morir o vivir contigo.
-No tiene que ser hoy, pero si antes de mañana.
Parecía confundida desenmarañando metáforas. Decidí ser más explícito y enfrentar esa preciosa cara convaleciente.
-La vida es una semana ...
-No entiendo lo de vivir contigo.
-Escucha, tendrás que ser mi compañera en la vida, será un paraíso, lo prometo. De cualquier manera al morir sólo nos queda el infierno.
-Siempre haz dicho que no hay ni infierno ni paraíso.
-Así es, pero lo que hay es más cercano al infierno, aún más que esto.
Quedó pensativa un segundo y luego dijo.
-¿Y cuándo será mañana?
-La vida es una semana que comienza el domingo.
Sonreí ampliamente para agregar el punto final a mi victoria absoluta e incuestionable. Pensando "Si tu me diste el poder, no iba a desperdiciarlo y es para esto que lo uso. No puedes recriminarme."
-Bienvenida al martes por la tarde - concluí.
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