2008/03/20

El Verdugo de Almas Muertas


Ni uno más, no, una vez más, esta vez lo dejaría para siempre, ese seria su último cigarrillo. Ya se había hecho esa promesa una y otra vez sin conseguir éxito, siempre volvía, otra vez, una vez más, de nuevo, again. Lo sabia y era lo que más le fastidiaba. Ian, en su departamento, todos los días hacia la misma promesa, si el se lo proponía podía dejar el sexo, la drogas, tal vez hasta la música (pero nunca se había atrevido a proponérselo, además de que no lo necesitaba), pero el inmundo cigarro nunca.

“They keep calling me - they keep calling me...”. Ella estaba ebria y bastante apagada, con el maquillaje corrido parecía más a un espectro de lo que ella se había propuesto, lo único que la mantenía en pie no era exactamente Dead Souls, era la muchedumbre que se arremolinaba de un lado al otro y que no dejaba que ella cayera al suelo, por pura inercia.
“Este cover es una mugre”, pensó ella. “Debería venir alguien que supiera cantar, alguien que supiera tocar guitarra, alguien.” No contentos por destruir Dead Souls empezaron a tocar Moya. ¡Qué acaso no hay justicia ! -- grito ella, sin embargo nadie la oyó. Se decidió por fin a tomar fuerzas en sus propias piernas y a intentar salir de la tocada. ¡Nada sencillo salir eh!- dijo alguien cuando ella trastabillando salió por la diminuta puerta. Ella le respondió con una indiferente mirada.
Quieres un cigarro - le dijo, más que le preguntó a ella.
No gracias lo estoy dejando - respondió.
Ahh! De cuando a acá.

“Tendrían las fuerzas para continuar? Barney, Hooky, Steve, serían lo suficientemente desleales para continuar sin el”. Pensaba Ian.
¡Es que a nadie le importo, ni siquiera al maldito infierno! – se sorprendió gritándolo.
Había empezado a llorar, los ojos irritados desde hacia días, cada vez que se sobresaltaba lo atormentaba el miedo de que sucediera otra vez. “Lealtad, una bonita palabra “ pensaba, “ a quien le importan los muertos, ellos son inmortales, lealtad, una hermosa palabra; pero como todo lo hermoso es fútil, banal, no existe, simplemente se desaparece. Los Nazis, ellos seguro sabrían de lealtad, cuánto les gustaría escuchar esto a los cerdos de la prensas, son como lobos.”

A través de la alambrada, los ojos de aquellos parados afuera la miraban sosteniéndose en un árbol como a un animal del zoológico. A ella le divertía esto, siempre venía aquí, tenía la ilusión de colgarse, ella, de la rama robusta de un árbol muerto. “Seguro hay que tener fuerza de voluntad, si los que se suicidan de alguna forma pudieran sobrevivir o revivir seguro que lo podrían todo, nada hace más fuerte al espíritu, al alma, que los deseos de obtener algo, algo que involucra la muerte. Si ellos, los suicidas, regresasen, dominarían al mundo con su fuerza de voluntad omnipotente.” Pero faltaba alguien. Alguien que fuera voluntariamente su verdugo y sin verle la cara él traería una soga y empezaría a pasarla alrededor se su cuello y del árbol y luego, luego...

Deborah había perdido ya el control, ahora él lo tenía. Tal vez no eran como Zeppelin ni intentaban serlo, pero él ya sabía lo que era estar en la cumbre, con lo dioses. Una vez que eso sucede ya no hay marcha atrás. Allí venia ella de nuevo, no era Deborah pero como se la recordaba. El vagar por el mundo desde hacía más de una década era divertido, podías saber lo que los demás pensaban, y jugarles bromas.

Sabía que esta noche allí, en el centro de la ciudad estaba esperando por ella. Después de venir varias noches, ambos, nunca habían coincidido pero esta noche estaba marcado el destino. Ella lograría finalmente su cometido, el de realizar el paso más cercano a todos sus ídolos. Desde Janis, Hendrix, Bonham, Morrison, Elvis, Lennon, y quién sabe cuantos más que pudieron hacer algo. “No, seguramente No.” Se recriminaba ella presa del miedo que la invadía. “El mundo es tan injusto que seguramente yo iré al cielo en lugar de el infierno donde están todos ellos, a pesar de que me suicide”. ¡Una alma caritativa para esta suicida! - gritó ella con la esperanza de que alguien que pasara la salvase de su destino, pero en ese momento no había nadie.

Sabía que volverías corazón- dijo el de la puerta a ella, una vez que había regresado.
Pero llegas tarde, los del grupo ya se fueron
Más bien llego justo a tiempo, eran pésimos - respondió con una sonrisa.
Pues ya vámonos, nada más cierran y yo me libero.
Creo que hoy no tengo ganas.
‘creo que no tengo ganas’ - le arremedó el. ¿Qué acaso andas en tus días o es tu idea de que alguien va a suicidarse contigo?
Creo que no te importa- respondió ella secamente .
Ya te dije que na’ mas me aflojes y hasta la tumba- respondió con un sonrisa burlona.
Eres un imbécil - y se marchó de nuevo al centro de la ciudad en la noche.

Ian se levantó, Herzog a veces le parecía infumable y tenía que descansar, ya era tarde y había como un millón de cosas que hacer mañana. Se levantó y pasó junto al estéreo y pensó “No hay nada como un disco de Iggy Pop para levantar el ánimo“ seguido de una risita, era bueno para contarse chistes que no se sabía. En ese momento pensó en alguien, alguien de sus sueños y al mirarse en el espejo del baño ya no la vio. Otra maldita alucinación – dijo, mientras pensaba que allí iba otra vez. Una ataque más y dejaría todo, la música, la drogas, el alcohol, el sexo, hasta el indispensable cigarro. Quería vivir, y si eso era dejar todo, lo haría, por primera vez se sorprendió a si mismo en una plegaria al cielo para no tener un maldito ataque más. Comprobó todo lo que pensaba en un instante, nunca hubo respuesta ni nunca la habrá, tendría que morir en un ataque. A menos de que se adelantara un movimiento a la muerte. Se rió silenciosamente y dijo “ ¡Te tengo!”

Al regresar ella se decepcionó, una vez más no estaba allí. No es más que una alucinación - se dijo. Y emprendió el camino de regreso cuando escuchó como crujía la madera, volteo la cabeza y vio allí a su verdugo, con capucha negra y una cuerda sangrienta en su mano. Ella sonrió como jamas había sonreído en su vida.
Nunca pens
é que fueras tu - dijo.

2008/03/14

Sueño Al Corazón


Después de estallar toda la noche en gritos y sollozos supe que no existías, entonces abrí la puerta del closet y ya no estabas, pero al abrir la ventana apareciste de nuevo como una pesadilla recurrente que vuelve aún después de habérsela contado a un psicoanalista traga‑pesadillas‑chafa. Allí estabas pálida, como muerta y no sé porque. Desde aquel día que tu me dijiste que me dabas tu corazón y yo lo tomé, pues tu me lo estabas dando, lo tome para hacerte feliz, lo saqué de entre tu pecho, la máxima prueba de amor.

Desde ese día todas las noches, me sentía muy mal, una tormenta de rayos y lluvias, gritos y lágrimas, entonces me levantaba y abría el closet, allí estabas, pálida, sin decirme cosa alguna, como arrepentida de haberme regalado tu corazón, como si quisieras el mío a cambio Y hoy, después de una semana y sin aviso te apareces en mi ventana. Pero no te voy a dejar pasar. Más te vale que ni intentes moverte no voy a dejarte que te lleves nada mío, algo tan precioso como mi corazón. Se que tome tu corazón, pero no te preocupes yo lo tengo en un lugar muy ... ¿especial? Un momento, ahora me lo explico , Creo que olvidé mi corazón en la bolsa de algún pantalón que ya lavaron.

La Pareja


Paseaba una feliz pareja recién casada, tan reciente que la novia todavía traía el vestido inmaculadamente blanco y el novio su smoking de contornos blancos a la moda de los 70's. Caminaban cuesta abajo por la Zona Rosa cuando en la esquina de Hamburgo y otra calle encontraron un gran aparador el cual parecía una esfera que a momentos chupaba la luz del día y luego la reflejaba como si fuera suya. Producía un blanco cegador guardando un tesoro único y precioso, inmaculado y puro. Dentro del aparador forrado por formas caprichosas de una gran tela color vino y en el centro, exhibiéndose un bebé recién traído a la tienda. El bebé vestía con algodón blanco sobre todo el cuerpo, su chambrita, sus pantaloncitos y un gorro con un par de bolitas blancas con las cuales jugaba en su boca. No solo era una criatura exhibida como en cualquier otra tienda, esa hermosura potencialmente funcionando era todo lo que una pareja desearía cuidar, mimar, educar; era una fuentecita de oro brotando a raudales, desbordándose del aparador que a pesar del buen gusto y esquicitez de su estilo y decoración era grosero para semejante obra de arte etérea.

Al acercarse al aparador, la pareja enternecida por la escena de aquel milagro de ternura que jugaba con la luz metiéndosela a la boca, se abrazó y no tuvieron que pronunciar palabra para darse a entender que querían a ese diamante vestido de blanco. Era una joya en toda la extensión de la palabra, no cabía duda que desde los cairelitos de ángel que se asomaban por el gorrito tejido asemejaban a una cascada infinita. Su piel por lo que dejaba verse era más suave que la seda, blanca y dulce, azucarada, llena de vida. Sus ojos solo veían luz y belleza, nada más luz y belleza como si se estuvieran viendo a si mismos.

Por un momento la pareja desapareció del aparador y al bebé no parecía molestarle, porque seguía jugando con las bolitas de algodón de su gorro. Dentro de la tienda la pareja discutía con el vendedor sobre el bebé que deseaban adquirir, el vendedor se negaba a darles el del mostrador y la pareja se negaba a recibir otro bebé que fuera más bonito, más feo, más grande, más inteligente o de otro sexo. Al fin el vendedor cedió ya que la pareja se iba de la tienda.

Atrás del bebé, en el aparador se abrió una puerta y unas manos lo tomaron pero el bebé siguió jugando con sus bolitas de algodón. Instantes después la pareja salió feliz con su primera y mas reciente adquisición: un niño que no hacia otra cosa sino jugar con la luz llevándosela a la boca.

Las hijas de Xolotl - Cicatriz


Llegué al comedor del colegio en donde estaba realizándose la fiesta de medio año, era bastante temprano y yo apenas iba a comer. En una mesa rectangular estaba sentada a la cabeza una de las hermosas hijas de Xolotl. Yo no sabía quien era Xolotl, simplemente así las llamaban a esas hermosas tres mujeres que siempre andaban juntas. Eran muchas las historias que circulaban alrededor de esas tres musas, como la de que eran lesbianas, que su padre, Xolotl, abusaba de ellas y por eso nunca hablaban con nadie.

No perdí la oportunidad y me senté frente a ella que ni siquiera lo notó. En la mesa había tres botellas de un licor que parecía vodka, pero no tenía etiqueta alguna que lo distinguiera.

Comencé a comer lentamente esperando a que las otras dos hermanas llegaran. La que estaba sentada frente a mi parecía la mayor, tenía cabello negro que le alcanzaba hasta los pechos. Sus ojos eran de color café y era la más voluptuosa de las tres. Todavía repasaba mentalmente la forma de entablar una plática con estas mujeres, cuando llegaron las otras dos hermanas y al instante olvidé lo que pensaba. La mediana tenía también ojos color café, el cabello recogido con una liga negra, y una bella y fina cara blanca. Estaba vestida con un pantalón de mezclilla entallado y una blusa gris escotada. La más pequeña tenía el cabello claro, los ojos grises y traía puesta una ombliguera azul profundo que dejaba ver la arracada en su ombligo. Ella era la más misteriosa ya que el cabello siempre cubría la mitad izquierda de su bello rostro. Las dos hermanas traían dos vasitos tequileros y se sirvieron de la botellas y tímidamente probaron a lengüetazos el líquido. Observaba yo de reojo y entonces la mediana llenó de nuevo su vasito y me lo ofreció.

¿No quieres? Sabe bueno.

Lo agradecí y después de olerlo decidí empujármelo de golpe. Al gusto no parecía ser vodka, mas bien era tequila y luego lo comprobé cuando a mi cuerpo los recorrió el eléctrico espasmo característico.

Esto no es vodka, verdad dirigiéndome a la mediana.

No, para nada y se llevó el dedo a la boca.

En ese momento sentí como el temblor del tequila pasaba de su dedo a mi cuerpo sin ninguna explicación. Entonces ella se sentó a mi izquierda y tomó mi mano.

Tienes la mano muy suave y sonreí al cumplido aún cuando estaba nervioso por su tierna sonrisa y porque era la que más me gustaba.

Hola, ¿cómo te llamas? intervino la más grande.

Le contesté y luego pregunté "Ustedes son la hijas de Xolotl ¿No?" Se miraron unas a otras y sentí que había dicho malo.

contesto la más chica Xolotl es nuestro padre, ¿lo conoces?

No, es que simplemente ustedes son muy populares dije intentando arreglar la conversación.

Nuestro padre es un hombre muy malo dijo la mediana.

asintió la más grande que ya estaba parada justo de su hermana y de mi quieres ver lo que le hizo a ella.

Y sin esperar mi respuesta empezó a bajarle el escote a la mediana y esta tomó mi mano llevándola a su pecho. Entonces me sobresalté y retiré mi mano y la mediana me dijo "Anda, no te preocupes." Mientras me sonreía y tomaba mi mano.

Antes de que me diera cuenta, la grande ya había descubierto ambos senos de su hermana y mi mano acariciaba insistentemente uno de ellos cuando la grande interrumpió.

Mira debajo de sus pechos, en medio. El de la derecha es un lunar y el de la izquierda se lo hizo mi padre.

En el pecho de la derecha había un coqueto lunar en forma de equis y en el izquierdo una horrenda cicatriz negra a imitación del lunar. Retiré lentamente la mano y noté con horror la cicatriz, entonces la mediana se subió bruscamente el escote, me di cuenta de dos cosas, primero, que ella seguía sonriendo y segunda, que su seno del lado derecho no tenía pezón, sólo había la areola y en medio ¡nada!, lisa como un globo.

Pero, ¿Cómo…?dije antes de que me interrumpiera la más grande que se puso enfrente de mi y subiéndose la blusa hasta el cuello me enseño sus enormes y bellos pechos. Estos eran perfectos y tenían las equis, pero sólo eran lunares, sin ninguna cicatriz.

Mi padre quiso que las tres fuésemos iguales y por eso intentó hacerme un lunar en mi lado izquierdo igual que a mi hermana.

Quedé aterrorizado un momento pensando en cómo podían seguir viviendo con un ogro así. Me llené de rabia y asombro, entonces la más pequeña de acercó a mi de la izquierda, una vez que la mediana se movió.

¿Y tú tienes alguna cicatriz? preguntó ella.

No. Bueno, sólo esta en la frente, es una lacra de sarampión respondí llevándome su mano a mi cabeza.

En su locura por que fuéramos iguales mira lo que hizo mi padre con mi cara por ser la más bonita.

Su cara tenía una expresión severa y de verdad era muy bonita. Sin comprender que había dicho llevé mi mano a la parte derecha de su hermoso rostro. Ella toco mi mano y me dijo "Tienes la mano muy suave." Y bruscamente la llevó al otro lado de su cara descubriéndome así horrendas cicatrices que parecían valles, ríos y montañas. Justo en ese instante que retiré mi mano ella rompió a llorar, se llevó las manos al rostro y entre sollozos ella me dijo "Fue con unos aceite hirviendo. Pero me cuidé y me lavé diario para que no se me pusiera negro." Me miró con sus húmedos ojos y me preguntó "¿Verdad que no se me ve mal?" Con una llorosa sonrisa.

¿Pero cómo soportan semejante maltrato? No hacen nada para defenderse.

Es que somos trillizas dijo la más chica.

Y debemos ser iguales dijo la mediana aunque ahora no había sentido en distinguir su edad.

Pero eso no justifica semejantes torturas.

Nuestro padre nos amenaza con separarnos y eso no lo podemos permitir dijo la grande.

Si tú no tiene cicatrices, ¿Cómo puedes permitir que le hagan eso a tus hermanas? Es un precio demasiado alto.

Yo también tengo cicatrices, pero no te las puedo enseñar aquí.

Yo no las quiero ver, yo quiero… y me levantaron entre la tres, me calló la boca la mediana con un jugoso beso; y ya sin voluntad me condujeron por el colegio hasta los dormitorios y me metieron al suyo.

Aquí dormimos las tres dijo la más grande.

Era un cuarto amplio con dos camas individuales separadas por una cómoda. El cuarto era obscuro, la única ventana tenía una espesas cortinas, no había ningún escritorio, existía un tocador viejísimo junto a la pesada puerta de madera, al frente del cuarto estaba un ropero viejo de madera con una larga luna en la puertas. Las paredes eran de yeso, abajo estaba descarapelandose la pintura rosa pálido por la humedad.

Ven me dijo la mediana mientras me conducía hacia la cama de la derecha junto a la ventana.

¿Y cómo duermen aquí las tres? pregunté en un tono inocente.

Yo me turno en la cama de mis hermanas dijo la mas pequeña aunque a veces ninguna está de humor entristeciendo la cara pero siempre se compadece una de mi sonriendo esta vez.

Estaba sentado en la cama, recargado en la cabecera, la mediana se acomodó junto de mi y me rodeó en la cintura con su brazo.

La más grande enfrente de mi empezó a desabotonarse el pantalón mientras la mediana me daba un masaje en la ingle. Eso me puso nervioso y le pregunté a la grande "¿Qué haces?"

Te voy a enseñar mi cicatriz.

¿Pero dónde la tienes, qué te pasó?

La tengo en mi sexo, sucedió una tarde cuando mi padre nos descubrió a un amigo y a mi haciéndolo, y decidió coserme los genitales, según él para mantenerme intacta, igual que mis hermanas y soltó a llorar cuando ya estaba sólo en bragas.

No es cierto, mi padre la violó y luego quiso reparar el daño corrigió la pequeña.

Miraba incrédulo a la más grande que estaba a punto de bajarse la pantaleta dejando entrever algunos vellos púbicos.

No tienes que hacerlo, en serio dije asustado.

Está bien y la grande, todavía en sollozos se subía el pantalón mientras la mediana me acariciaba suavemente por todos lados.

Estuve un momento en silencio, en parte disfrutando las caricias y en parte aturdido por el espectáculo que no presencié. En ese momento la pequeña en la otra cama se recogía el cabello con una cinta, volteé en un morboso segundo y al regresar la cabeza noté que ya no tenía cicatrices en su lado izquierdo de la cara.

Oye grité, dirijiendome a la más pequeña¿no tenías cicatrices en tu cara hace un momento?

¿Cicatrices? ¿Yo? dijo asombrada No sólo esta lacra de sarampión en mi frente apuntándose con el índice arriba, en la frente justo en medio de los ojos.

Por un momento me asombré e intenté concebir un explicación pero mi meditación fue interrumpida por la mediana que en sus caricias había decidido desabotonar mi camisa.

Quiero ver otra vez tu cicatriz del pecho y abrió mi camisa casi hasta el ombligo.

Vi con horror una cicatriz negra en forma de equis a la altura de la cuarta o quinta costilla, cerca del esternón, por la izquierda y que ya no estaba mi pezón del lado derecho. Fue tanto mi horror que di un suspiro y me llevé la manos a la cara.

No te duelen las cicatrices de la cara? dijo asqueada la más grande. Allí me di cuenta de que el lado izquierdo de mi cara estaba semi-mutilado, no quise verme en la luna del ropero de enfrente sin embargo me paré bruscamente.

Pe… pe… pero si ustedes tenían estas cicatrices, tú apuntando a la más chica tenias la cara hecha pedazos.

Yo, ni Dios quiera, ¿qué te pasa? contestó visiblemente ofendida.

Ya, tranquilo dijo la mediana mientras me volvía a acariciar la ingle furiosamente mejor enséñanos la cicatriz que tienes aquí abajo.