
Ni uno más, no, una vez más, esta vez lo dejaría para siempre, ese seria su último cigarrillo. Ya se había hecho esa promesa una y otra vez sin conseguir éxito, siempre volvía, otra vez, una vez más, de nuevo, again. Lo sabia y era lo que más le fastidiaba. Ian, en su departamento, todos los días hacia la misma promesa, si el se lo proponía podía dejar el sexo, la drogas, tal vez hasta la música (pero nunca se había atrevido a proponérselo, además de que no lo necesitaba), pero el inmundo cigarro nunca.
“They keep calling me - they keep calling me...”. Ella estaba ebria y bastante apagada, con el maquillaje corrido parecía más a un espectro de lo que ella se había propuesto, lo único que la mantenía en pie no era exactamente Dead Souls, era la muchedumbre que se arremolinaba de un lado al otro y que no dejaba que ella cayera al suelo, por pura inercia.
“Este cover es una mugre”, pensó ella. “Debería venir alguien que supiera cantar, alguien que supiera tocar guitarra, alguien.” No contentos por destruir Dead Souls empezaron a tocar Moya. ¡Qué acaso no hay justicia ! -- grito ella, sin embargo nadie la oyó. Se decidió por fin a tomar fuerzas en sus propias piernas y a intentar salir de la tocada. ¡Nada sencillo salir eh!- dijo alguien cuando ella trastabillando salió por la diminuta puerta. Ella le respondió con una indiferente mirada.
Quieres un cigarro - le dijo, más que le preguntó a ella.
No gracias lo estoy dejando - respondió.
Ahh! De cuando a acá.
“Tendrían las fuerzas para continuar? Barney, Hooky, Steve, serían lo suficientemente desleales para continuar sin el”. Pensaba Ian.
¡Es que a nadie le importo, ni siquiera al maldito infierno! – se sorprendió gritándolo.
Había empezado a llorar, los ojos irritados desde hacia días, cada vez que se sobresaltaba lo atormentaba el miedo de que sucediera otra vez. “Lealtad, una bonita palabra “ pensaba, “ a quien le importan los muertos, ellos son inmortales, lealtad, una hermosa palabra; pero como todo lo hermoso es fútil, banal, no existe, simplemente se desaparece. Los Nazis, ellos seguro sabrían de lealtad, cuánto les gustaría escuchar esto a los cerdos de la prensas, son como lobos.”
A través de la alambrada, los ojos de aquellos parados afuera la miraban sosteniéndose en un árbol como a un animal del zoológico. A ella le divertía esto, siempre venía aquí, tenía la ilusión de colgarse, ella, de la rama robusta de un árbol muerto. “Seguro hay que tener fuerza de voluntad, si los que se suicidan de alguna forma pudieran sobrevivir o revivir seguro que lo podrían todo, nada hace más fuerte al espíritu, al alma, que los deseos de obtener algo, algo que involucra la muerte. Si ellos, los suicidas, regresasen, dominarían al mundo con su fuerza de voluntad omnipotente.” Pero faltaba alguien. Alguien que fuera voluntariamente su verdugo y sin verle la cara él traería una soga y empezaría a pasarla alrededor se su cuello y del árbol y luego, luego...
Deborah había perdido ya el control, ahora él lo tenía. Tal vez no eran como Zeppelin ni intentaban serlo, pero él ya sabía lo que era estar en la cumbre, con lo dioses. Una vez que eso sucede ya no hay marcha atrás. Allí venia ella de nuevo, no era Deborah pero como se la recordaba. El vagar por el mundo desde hacía más de una década era divertido, podías saber lo que los demás pensaban, y jugarles bromas.
Sabía que esta noche allí, en el centro de la ciudad estaba esperando por ella. Después de venir varias noches, ambos, nunca habían coincidido pero esta noche estaba marcado el destino. Ella lograría finalmente su cometido, el de realizar el paso más cercano a todos sus ídolos. Desde Janis, Hendrix, Bonham, Morrison, Elvis, Lennon, y quién sabe cuantos más que pudieron hacer algo. “No, seguramente No.” Se recriminaba ella presa del miedo que la invadía. “El mundo es tan injusto que seguramente yo iré al cielo en lugar de el infierno donde están todos ellos, a pesar de que me suicide”. ¡Una alma caritativa para esta suicida! - gritó ella con la esperanza de que alguien que pasara la salvase de su destino, pero en ese momento no había nadie.
Sabía que volverías corazón- dijo el de la puerta a ella, una vez que había regresado.
Pero llegas tarde, los del grupo ya se fueron
Más bien llego justo a tiempo, eran pésimos - respondió con una sonrisa.
Pues ya vámonos, nada más cierran y yo me libero.
Creo que hoy no tengo ganas.
‘creo que no tengo ganas’ - le arremedó el. ¿Qué acaso andas en tus días o es tu idea de que alguien va a suicidarse contigo?
Creo que no te importa- respondió ella secamente .
Ya te dije que na’ mas me aflojes y hasta la tumba- respondió con un sonrisa burlona.
Eres un imbécil - y se marchó de nuevo al centro de la ciudad en la noche.
Ian se levantó, Herzog a veces le parecía infumable y tenía que descansar, ya era tarde y había como un millón de cosas que hacer mañana. Se levantó y pasó junto al estéreo y pensó “No hay nada como un disco de Iggy Pop para levantar el ánimo“ seguido de una risita, era bueno para contarse chistes que no se sabía. En ese momento pensó en alguien, alguien de sus sueños y al mirarse en el espejo del baño ya no la vio. Otra maldita alucinación – dijo, mientras pensaba que allí iba otra vez. Una ataque más y dejaría todo, la música, la drogas, el alcohol, el sexo, hasta el indispensable cigarro. Quería vivir, y si eso era dejar todo, lo haría, por primera vez se sorprendió a si mismo en una plegaria al cielo para no tener un maldito ataque más. Comprobó todo lo que pensaba en un instante, nunca hubo respuesta ni nunca la habrá, tendría que morir en un ataque. A menos de que se adelantara un movimiento a la muerte. Se rió silenciosamente y dijo “ ¡Te tengo!”
Al regresar ella se decepcionó, una vez más no estaba allí. No es más que una alucinación - se dijo. Y emprendió el camino de regreso cuando escuchó como crujía la madera, volteo la cabeza y vio allí a su verdugo, con capucha negra y una cuerda sangrienta en su mano. Ella sonrió como jamas había sonreído en su vida.
Nunca pensé que fueras tu - dijo.
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