2008/03/14

La Pareja


Paseaba una feliz pareja recién casada, tan reciente que la novia todavía traía el vestido inmaculadamente blanco y el novio su smoking de contornos blancos a la moda de los 70's. Caminaban cuesta abajo por la Zona Rosa cuando en la esquina de Hamburgo y otra calle encontraron un gran aparador el cual parecía una esfera que a momentos chupaba la luz del día y luego la reflejaba como si fuera suya. Producía un blanco cegador guardando un tesoro único y precioso, inmaculado y puro. Dentro del aparador forrado por formas caprichosas de una gran tela color vino y en el centro, exhibiéndose un bebé recién traído a la tienda. El bebé vestía con algodón blanco sobre todo el cuerpo, su chambrita, sus pantaloncitos y un gorro con un par de bolitas blancas con las cuales jugaba en su boca. No solo era una criatura exhibida como en cualquier otra tienda, esa hermosura potencialmente funcionando era todo lo que una pareja desearía cuidar, mimar, educar; era una fuentecita de oro brotando a raudales, desbordándose del aparador que a pesar del buen gusto y esquicitez de su estilo y decoración era grosero para semejante obra de arte etérea.

Al acercarse al aparador, la pareja enternecida por la escena de aquel milagro de ternura que jugaba con la luz metiéndosela a la boca, se abrazó y no tuvieron que pronunciar palabra para darse a entender que querían a ese diamante vestido de blanco. Era una joya en toda la extensión de la palabra, no cabía duda que desde los cairelitos de ángel que se asomaban por el gorrito tejido asemejaban a una cascada infinita. Su piel por lo que dejaba verse era más suave que la seda, blanca y dulce, azucarada, llena de vida. Sus ojos solo veían luz y belleza, nada más luz y belleza como si se estuvieran viendo a si mismos.

Por un momento la pareja desapareció del aparador y al bebé no parecía molestarle, porque seguía jugando con las bolitas de algodón de su gorro. Dentro de la tienda la pareja discutía con el vendedor sobre el bebé que deseaban adquirir, el vendedor se negaba a darles el del mostrador y la pareja se negaba a recibir otro bebé que fuera más bonito, más feo, más grande, más inteligente o de otro sexo. Al fin el vendedor cedió ya que la pareja se iba de la tienda.

Atrás del bebé, en el aparador se abrió una puerta y unas manos lo tomaron pero el bebé siguió jugando con sus bolitas de algodón. Instantes después la pareja salió feliz con su primera y mas reciente adquisición: un niño que no hacia otra cosa sino jugar con la luz llevándosela a la boca.

No hay comentarios.: